Por Guillermo E. Arbella Salazar.
El paso del siglo XX derrumbó la moral puritana y subió el vestido desde el suelo hasta la cadera, destruyendo tabúes, miedos, moralismos y mitos, como el de la imprescindible virginidad. Entrando al siglo XXI ya es un deshonor tener una “virgencita” inocente en la familia, por lo que padres, abuelos, hermanos, tíos y amistades se apresuran a preparar a los niños para la vida sexual, bajo la justificación de que todo está permitido y debe ser aceptado y tolerado.
Tal sentencia ha determinado que la ayer condenada prostitución, hoy sea una práctica habitual para despojarse de la dignidad, entregándose por un par de zapatos e incluso por una lata de sardinas. Ahora es un honor tener en la familia a una prostituta, aunque para variar [o justificar la conducta] se les llama “Jineteras” o “Luchadoras”.
Los medios de comunicación masiva se han encargado de promover esa nueva moral que determina el derecho (no cuestionado) al placer, al aborto y que dicen señala la liberación femenina, junto al divorcio, el adulterio, las relaciones prematrimoniales, y el sexo en triángulos, además de la promoción del uso de anticonceptivos, para que el placer no tenga “ciertos riesgos”, como el embarazo o una ITS.
Indudablemente esa prédica animaliza, bestializa a la persona humana, dándole rienda suelta a los instintos.
No solamente en Cuba se presenta este panorama [sombrío], pocos países están exentos de ella, incluso, países musulmanes. Muchos creyentes han comenzado a adoptar costumbres occidentales dentro de sus viviendas, las cuales aprenden cuando viajan al extranjero.
La infidelidad conyugal, ya sea matrimonial o de noviazgo es ya una práctica cotidiana entre los jóvenes de hoy. Aun en el matrimonio no es extraño encontrar a la esposa “luchando” para ayudar en la manutención económica de la familia y eso es ahora lo más natural del mundo. Tales prácticas dan rienda suelta a inmoralidades peores [como la pornografía] que nacen de las frustraciones juveniles, a las que ha conllevado las relaciones sexuales precoces y fuera de los imprescindibles límites de la libertad humana, y que profundizan los causales de la desintegración familiar, que tan preocupante vienen alarmándonos sus cifras.
Muchos que pueden hablar y orientar, callan. Otros, orientan a favor de la corriente alegando que es la modernidad y debe dejarse hasta que coja un cauce. Mientras, la propaganda erótica sigue creciendo y ya, sin darnos cuenta, ha desembocado en nuestras salas y en las habitaciones de nuestros hijos, que buscan abrirse paso en la mayor confianza, a sus progenitores, que generalmente no fueron educados para padres y madres, y como escapatoria adoptan la postura del avestruz y les dicen: “No te preocupes, cualquier problemas lo afrontaremos juntos”. Dejando así a los jóvenes sin la luz que buscan para entender y valorar sus problemas íntimos, por lo que acuden a sus maestros, por lo general de su propia edad o aun inmaduros e inexpertos y con la misma desorientación, pero sabiéndose “maestros”, descargan en la mentalidad de jóvenes y adolescentes sus propias experiencias y errores. “De todo esto se desprende que asuman posiciones extremas de permisividad total, o de prohibiciones. Todas estas posturas agravan el problema de nuestros jóvenes y adolescentes” [Palabra Nueva # 200 Año XIX. Oct 2010].
Entre las causas que provocan esta situación, los especialistas señalan: Las raíces de la formación de la cultura, el factor socio-económico, y el factor religioso.
La cultura encontrada por los españoles desapareció absorbida por la dualidad cultural y doble moral de los conquistadores españoles, que no resistieron sus valores religiosos ante las exóticas indias, primero, y las negras esclavas. Después, “lamentablemente, en nuestros días, los extranjeros desempeñan mediante el uso de las jineteras, el mismo mecanismo que hace 300 años los colonizadores españoles utilizaron, solo que ahora pagando un precio en divisas o en artículos materiales.” [Palabra Nueva # 200 Año XIX. Oct 2010].
En el factor socio económico se señalan la falta de condiciones mínimas para el desarrollo de la personalidad y la subsistencia, la crisis en el fondo habitacional y de vivienda, que provoca el hacinamiento, la promiscuidad y la falta de privacidad, junto a la permanente invasión de la intimidad, las necesidades materiales, la mentalidad de consumo antes que la de productores, la moda, francamente erótica y pornográfica, las misiones internacionalistas que influyen negativamente en el desarrollo de los adolescentes y jóvenes e inciden en la disgregación familiar y la distorsión de los valores morales de la sexualidad, además de la emigración de uno o ambos padres.
En el factor religioso viene influyendo y des influyendo a través de la puja comenzada con el surgimiento prédica de los revolucionarios franceses, retomada y distorsionada por Karl H. Marx en su doctrina comunista, que educan en el ateísmo, la adopción del carácter laico del estado, y la separación de la Iglesia y el estado y el cese de la educación religiosa en las escuelas, su limitación en los templos (precedida de férrea persecución, represión y actos de repudio) y la nacionalización de las escuelas propiedad de las iglesias.
La educación sexual preconizada por el ministerio de educación, el centro de educación sexual (CENESEX) los medios masivos de difusión, incentiva el placer cuando debe tratar de incentivar el descubrir la belleza del amor y el valor humano de el sexo. Esto implica un proceso de educación permanente que cubra toda la vida y de lo cual todos, sin excepción somos sujetos activos”. [Palabra Nueva # 200 Año XIX. Oct 2010].
Es necesario e imprescindible comenzar a abordar la sexualidad desde la septo dimensión humana, pues se ha tomado solo algunos factores biológicos y sicológicos para presentar la dimensión sexual que se ha exagerado al obviar las demás y por eso ha fallado la educación sexual implementada por el castrismo, copia al carbón de la desarrollada por la RDA, sin tener en cuenta los factores culturales cubanos.
Se presenta la sexualidad como crecimiento de la sexualidad y no como crecimiento de la persona humana y del amor verdadero entre dos individuos, unidos sólidamente por el afecto, la intimidad, fidelidad, fecundidad, corresponsabilidad, comunicación, confraternidad, sinceridad, honestidad, y respeto unido a la lealtad.
Los individuos deben buscar la dignidad y los valores ya existentes en sus propias personas y desarrollarlos constantemente. [Palabra Nueva # 200 Año XIX. Oct 2010].